NÚMEROS
El censo de Israel, más ritos y mayores matanzas
3,47-51 Yahvé muestra otra vez su faceta mercenaria.
El caduciforme inquisidor entiende que la escena de Yahvé hablando a Moisés es interpretable de modo que sencillamente aquél inspira e éste; ahora bien, a los casos de índole vulgar ―que no humilde o modesta―, no parece que les sea propio la inspiración divina, cuya intervención se adecúa mejor a las bellas palabras y a las obras sutiles[1].
4,15 Indicio evidente de la iconolatría despótica que tantas sediciones promueve.
A juicio del inquisidor, éste es sólo un pretexto más para instituir diversas clases religiosas: unas con más poder, cuyos miembros dictaron los textos al hagiógrafo, y otras, con menos poder, que servían a aquéllas. El velo siempre estuvo rasgado, sobretodo para los iniciados de anchurosa mente.
7,11-88 El culto al dios se presenta como una vía de conseguir poder para una clase dominante que ―a través de una fe impuesta con amenazas de muerte y fundamentada en el temor más irracional― se erige mandataria de un pueblo, el cual ―sometido a dicha manipulación―, se ve obligado a comerciar también con el dios de la teocracia[2].
Acaso no sea incierto que las palabras del dios sean atemporales e inmarcesibles, sin embargo, estas peticiones resultan hoy anacrónicas, prueba de que no es el verdadero dios quien autorizó este pasaje, como tampoco ninguno que no se mantenga siempre verdadero, sea en la obra que sea y venga de la religión que fuere[3].
11,1-2 Más siembra de temor. ¡La cosecha es el odio![4]
12,1-15 La simpleza y la claridad con la cual el autor procura atemorizar a todo ingenuo alcanza cotas esperpénticas.
A decir verdad, estos textos no deberían ser leídos por personas de carácter flébil, por ende, a quienes precisamente van dirigidos, pues puede ser su definitiva perdición.
12,7-8 Moisés cara a cara con Yahvé[5].
13,26ó25 También el número cuarenta es utilizado repetidamente por el hagiógrafo; tal como en Gén.7,4/ Gén.8,6/ Éx.24,18/ Éx.34,28/ 14,34 ó Dt.25,3.
14,11 El todopoderoso Yahvé se muestra altanero e inflexible amén de exigir obediencia absoluta cual tirano de vil traza.
Acaso tales desmanes[6] no los escribió el dios auténtico, pero acaso tampoco las inspiró. Es más, convencerse de ello sería de una monstruosa irreverencia a la divinidad que gobierna con riendas prudentes.
14,23 Yahvé demuestra un rencor inusitado respecto a un “Dios misericordioso y clemente, tardo a la ira” (Éx.34,6).
Con todo, cabría señalar que el dios jamás pudiera ni ultrajarse ni ser ultrajado.
14,28 Parece un insólito juramento, por cuanto es proclamado por un dios sempiterno, decir “Por mi vida, palabra de Yahvé” (Nácar-Colunga) o “Como yo vivo, palabra de Yahvé” (Bover S.I.–Cantera), ya que el término ‘vida’ resulta inadecuado referido a seres que, por ser siempre iguales a sí mismos, se encuentran por encima de la vida y la muerte así como allén todo transcurso. ¡Dichoso quien lo entiende!
Por lo tanto, la expresión correcta sería ‘por mi existencia’ o ‘como yo existo’; no obstante, todo ello en el supuesto de que el dios precisara juramento alguno.
14,32-35 Extravagante manera de entender el perdón la de Yahvé, que lo prometió a Moisés en 14,19-20 “Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo como desde Egipto hasta aquí le has perdonado. Díjole entonces Yahvé; los perdono, según me lo pides”. Ahora bien, lejos de perdonarlo, los condena a morir en el desierto y castiga a sus hijos a vagar en él durante cuarenta años para también morir del mismo modo.
La justificación manida y mendaz de que el perdón consiste en no aplicarles la condenación eterna o el exterminio de sus almas, de hecho, queda anulada por la petición ‘como desde Egipto hasta aquí’.
15,32-36 La locura se consuma. En efecto, lapidan hasta la muerte a una persona por recoger leña en sábado.
Adviértase que las leyes del dios deben ser eternas y que, por ende, las leyes circunstanciales y sujetas al devenir son cavilación humana. A decir verdad, parece evidente que esta leyezuela no sobrevive a tiempo ni a razón alguna, por tanto, es igualemente obvio que no fue prescrita por dios alguno.
15,37-41 Pasaje que invalida parcialmente la nota de Bover S.I.–Cantera (1947) aparecida en Éx.13,9, donde se censura la comprensión sensu estricto en el uso de las filacterías. En efecto, aquí lo ordena Yahvé, aunque atadas a otros lugares.
Parece ser que el farisaismo, la iconolatría y la superstición, provienen de la mismísima raíz.
16,2y13-14 Parece comprensible y digna de consideración la denuncia de Datán y Abirón, sobre todo, después de las abominables ejecuciones de los insurrectos al regimen teocrático.
16,21 Yahvé se comporta como un tosco exterminador, incapaz de convencer mediante elevados procedimientos y, lejos de razonar vez alguna, determina resuelto “Apartaos de esa turba, que voy a destruirla enseguida” [7].
16,31-35 Más siembra de terror, ¡oh, calamidad!, la cosecha son odios.
Aprovechando la ocasión, y como de seguido, Yahvé abrasa a los que píamente le ofrecían incienso. Toda una deferencia.
16,38 ó 17,3 Más actos atroces ordenados por el “misericordioso y clemente, tardo a la ira, rico en misericordia” (Éx.34,6).
En este pasaje, se reviste el altar con los cuerpos de los apóstatas hechos láminas ―con la pericia propia de carniceros de recia broca―, en otro intento más de atemorizar a los tragasantos débiles de carácter.
16,41ó6 Se escenifica una tentativa más del pueblo de Israel ―que por cierto merma merced a los antemas―, por liberarse de una teocracia que extermina sin dilación a todo quien siquiera dude de Yahvé.
16,49 ó 17,14 Aquí Yahvé ejecuta a catorce mil setecientos israelitas sólo por replicar a los teócratas “vosotros habéis exterminado al pueblo de Yahvé” (16,41 ó 17,6), cosa que parece irritar al dios aun ser completa verdad y aun mostrar piedad al reconocerlo como su dios[8].
17,5ó20y10ó25 Yahvé no admite quejas ni murmuraciones de sus súbditos.
¿De verdad alguien cree en la vigencia de estos amorales pasajes? ¿Alguien que razone como un humano medio pretendería justificar que la autoría, sea directe o indirecte, recae sobre el dios de la creación?
17,13ó28 Más difusión de temor en la raíz del pueblo, artimaña propia del fascismo que azota la estirpe bípeda.
No obstante, el escolio a 17,12ó27 de los doctores Bover S.I.–Cantera (1947) es muy explícito en este sentido, si bien lo aprueba como un motivo de orgullo.
18,5y7 Yahvé se dedica a infundir más temor, aun cuando, en todo caso, el dios solamente irradiaría amor.
18,9 Yahvé omnipotente procura un nada despreciable emolumento a su elegido y descendientes. ¡Oh indecoro soez! ¡Blasfemia abyecta!
18,32 Más divinales amenazas de muerte. ¡Enloquecer para creer!
20,10 O el dios de los israelitas es sañudo e inmisericordioso (Éx.34,6), o bien Moisés es olvidadizo sobremanera, pues recuérdese que Yahvé ya realizó milagros semejantes, sino iguales, en su propia presencia (Éx.15,23-25 y Éx.17,2-7)[9]. Dicho esto, ¿por qué motivo iba a dudar Moisés de que el milagro se efectuara una vez más? Si no lo dudó, ¿qué delito le impide acompañar a su pueblo a la Tierra Prometida?
20,10-12 Ésta es una prueba más de la infinita misericordia de Yahvé, ya ensalzada por Moisés en 14,18.
20,24 Se verifica la intención del dios de mostrar, otra vez, su inagotable clemencia.
El inquisidor no ve razón a la duda planteada por los doctores Bover S.I.–Cantera (1947) en escolio a 20,10, pues, en el versículo que aquí se enmienda se lee claramente como el dios impide el paso de Aarón debido a su desconfianza en la aguas del Meribá[10]. No obstante, fue mucho peor el pecado que cometió con respecto a la fabricación y adoración del becerro de oro, que por cierto él mismo consintió, omitiendo así los dos primeros mandamientos del Decálogo[11].
21,8-9 Yahvé maldice a la serpiente en Gén.3,14-15, sin embargo, aquí la usa como símbolo de salvación[12]. En efecto, sorprende el extraño y súbito cambio en la concepción de un animal, el cual, a la par que repudiado como figura del mayor de los males, también es considerado como el símbolo del mayor bien.
Otrosí, acaso constituya una trasgresión del segundo mandamiento; o así al menos parece desprenderse, después de que Ezequiel destruyera tales iconos “porque los hijos de Israel hasta entonces habían quemado incienso ante ella” (2Rey.18,4)[13].
22,20-22 El dios omnipotente ordena a Balaam “Ya que ésos han venido otra vez a llamarte, levántate y vete con ellos”, empero, en el versículo 22, el hagiógrafo infiere “Pero Dios estaba indignado de que fuese”.
Cabe señalar que el dios verdadero no es susceptible de indignarse ―¿cómo podría, si nada sucede que él no sepa de antemano?―, y creerlo evidencia un grave retraso teológico.
23,19 La segunda parábola de Balaam a Balac reza “No es Dios un hombre, para que mienta, ni hijo del hombre para arrepentirse”; no obstante, en Gén.6,7/ Éx.32,14/ 1Sam.15,11/ 2Sam.24,16/ 1Rey.11,9-13/ Jer.18,7-10/ Jer.26,3/ Jer.42,10/ Ez.18,32/ Jon.3,10 y Jon.4,11 Yahvé de muestras de su arrepentimiento, según el hagiógrafo, instrumento del dios pedestre.
24,1 y 24,7 Aparecen dos versículos contrapuestos, habida cuenta que en uno se lee “y por eso no fue ya (Balaam), (…) en busca del presagio” y el de más abajo reza en boca de Balaam “Exaltárase su reino”, profetizando a cerca del futuro bienhadado de Israel. Otrosí, al principio de su declamación, Balaam alude al oráculo, prez de los adivinos[14].
Es digno de señalar que el mismo Balaam, en su segunda parábola a Barac, ora “ni hay adivinación en Israel” (23,23).
25,3 Recuérdese que la ira es un defecto, y que en el verdadero dios no cabe defecto alguno.
25,4 La cólera es también un hábito poco aconsejable.
¡Apártense estas réprobas cualidades de la divinidad, que ésta sólo acepta virtudes, perínclitos hábitos, peldaños del dios!
25,5 Yahvé ordena más matanzas debido a su incapacidad de convencer.
Con todo, parece evidente que Yahvé no es un dios, pero intolerable es presentarlo como el único o el superior.
25,9 Aquí se asesinan veinticuatro mil israelitas, que deben sumarse a los catorce mil setecientos del fraticidio masivo acaecido en 16,49 ó 17,14, que por cierto los jacobitas no debían recordar.
Es obsceno como el hagiógrafo pretende, mediante la narración de atroces crímenes, imponer la fe monoteísta y recalcitrante del temor sobre la fe abierta y politeísta del amor. En efecto, el grado cultural de una civilización es directamente proporcional al nivel de riqueza y complejidad de su religión. De hecho, compruébese como la religión bíblica, monoteísta en un primer intento, ha acabado admitiendo un sinfín de divinidades menores, como por cierto ocurre con la gestación de todo politeísmo, al ser una doctrina religiosa que armoniza la Unidad con la Multiplicidad, el dios Uno con sus Ministros y Demónes, ¡oh, conspicua fe! ¡Manantial de dichas sin fin! ¡Doctrina del Todo! ¡Dadora de la luz!
25,17 El dios verdadero no precisaría de tales salvajeces para desarrollar su plan divino, como tampoco azuzaría odios o enemistades[15], ¡Oh, innominable criador! ¡Demiurgo sin tacha!
27,13-14 Ahora es el turno de Moisés, pues debe pagar el precio de la duda después que lo hiciera su hermano Aarón (20,24) consistente en no habitar la tierra de Israel. Es de suponer, por tanto, que desde esa fecha hasta la presente no hubo ningún israelita que dudase de Yahvé, preservando así la vida y pudiendo entrar también en la tierra prometida.
28,1-31 Irrumpen más vulgarismos adscritos al dios[16], ¡oh, insolencia mendaz!
30,1-17 Estas son leyes humanas que falsean la auténtica teocracia ―¡oh, esclarecida y divinal, que gobierna a creyentes y a no creyentes, a píos y a pecadores!―, incomprensible concepto para los pazguatos de mente angosta y roqueños prejuicios.
31,8 y 31,16 Ejecutan a Balaam aun habiéndoles bendecido por cuatro veces, a saber, en 23,7-10; en 23,18-24; otrosí en 24,3-9 y en 24,15-24.
Si bien es cierto que Balaam promovió el culto idolátrico de Fogor (31,16), después del hecho éste se presenta como servidor incondicional de Yahvé, hasta el punto de no obedecer a Balac, rey de Moab, tierra de los amorreos, manifestando la devoción al dios en 22,8/ 22,13/ 22,18-19/ 22,38/ 23,12/ 23,26/ 24,2 y 24,13; aun así, todo ello no fue suficiente para obtener la redención del clemente Yahvé.
31,7-10 y 31,15-18 El pueblo de Israel parece olvidar su esclavitud en Egipto y obra de peor manera que sus antiguos señores, pues no toma a los enemigos como siervos sino que, a modo de salvajes, los extermina[17].
Asimismo, recuérdese que aún no ha sido instituida la ley del anatema, la cual se establece en Dt.20,16-17. Recuérdese también que en Éx.22,20 y Éx.23,9 se aconseja tratar bien al extranjero.
34,1-12 Este es un peligroso pasaje, si acaso fuera creído como precepto deífico. A decir verdad, el dios jamás ordenaría establecer fronteras en un territorio, por cuanto él es señor de todo y de las naciones todas.
En efecto, el dios no desearía que los humanos tuviesen fronteras, y sólo la ignorancia mortal y el deseo divino de que las decisiones siempre sean libres y conscientes lo impiden.
35,16-21 y 35,31 Yahvé sigue promoviendo la pena del talión: toda una verecundia para el hombre de bien, un lodazal donde los antes inocentes se hunden en la culpa, una tentación diabólica, un resquicio de mal.
[1] Comentario válido para las enmiendas Éx.25,1-40 y Éx.30,1-21, así como para sus similares 3,47-50/ 7,11-88 ó 10,32, que rezuma un mendaz mercantilismo teológico.
[2] Véase 10,32/ 15,2-16 ó 18,9.
[3] El diligente inquisidor intenta justificar la repetición sistemática de algunas cifras, como el doce, que se repite sin pausa y con fijación: doce son las tribus de Israel y doce son los días de ofrenda. El setenta (7Í10 siendo el siete el número sagrado). El dos mil cuatrocientos (12Í2Í1.000). El ciento veinte (12Í10). El veinticuatro, es decir, dos veces doce; y la operación 60Í3+24=204. De hecho, si del cierto hubiera alguna cábala oculta, como sostienen algunos, sería de tal retorcimiento y ambigüedad que resultaría ineficaz al caso. Por lo tanto, el inquisidor sugiere que se contemple el esfuerzo del autor por aderezar de misterio el relato, a fin y objeto de agudizar el temor y, en consecuencia, las diferencias entre la clase dominante y la dominada.
[4] Véase 16,31-35 ó 18,32.
[5] Véase Eclo.45,6, donde se confirma.
[6] A tales efectos véase 17,5ó20y10ó25.
[7] Véase 16,45 ó 17,10.
[8] Recuérdese Éx.34,6.
[9] También Homero relata que algo similar le ocurrió “a Heracles, cuando se hallaba muy cansado junto a las Termópilas, Atenea le hizo brotar aguas termales. Pisandro dice: «En las Termópilas, la diosa de ojos de lechuza, Atenea, hizo brotar para él aguas termales, junto al cantil de la mar»” (Pisandro de Camiro Heraclea frag.7A).
[10] Véase 27,13-14 donde le ocurre lo mismo a Moisés y debido a lo mismo.
[11] Al respecto véase Éx.32,1-35.
[12] Incluso el apóstolo Juan en su libro homónimo (3,14-15) realiza una analogía entre la serpiente rodeando el asta y el cadáver uncido al leño.
[13] No obstante, preciso es atender al dicho popular en cuanto a que “la puta y el bañero tienen invariablemente la misma costumbre: en la misma bañera lavan al bueno y al malo” (Escolios frag.99 Lírica Griega Popular – Lírica Griega Arcaica B.C.G.)
[14] Asimismo ocurre en 24,15-24, donde vuelve a presagiar gloria y buenaventura para los jacobitas.
[15] Véase Éx.33,13.
[16] Al respecto véase 3,47-51/ 28,1-31 ó 29,1-39, así como Éx.25,1-40/ Éx.30,1-21/ Lev.27,1-34/ Dt.22,12/ Job 38,1/ Job 39,1yss./ Job 39,32 ó 40,2 ó Sal.108,8-10.
[17] Asimismo véase 33,52-53/ Dt.2,34-35/ Dt.12,2/ Dt.20,13-15/ Jos.6,21 y Jue.18,27-29.
Fuente: Inquisición a la Biblia, Marco Pagano (Editorial Caduceo 2006) https://creatumejortu.com/tag/inquisicion-a-la-biblia
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