1 REYES
De la mezcolanza de reinados en un Israel dividido y de la aparición de Elías, profeta mayor de Israel
1,50 Resulta llamativo con qué normalidad se relata que Adonías “se levantó y fue al tabernáculo de Yahvé a agarrarse de los cuernos del altar”, cuando en Núm.18,22 se prohíbe taxativamente[1].
2,8-9 Finalmente, David incumple la promesa que realizó a Semeí Guerita en 2Sam.19,22-23 y actua con rencor, prerrogando la muerte del benjamita a un sicario de su confianza. No obstante, véase 2Sam.22,41.
3,1 Esta unión entre Salomón y la hija del faraón de Egipto contraviene el precepto ordenado por Yahvé en Dt.7,3, pues se entiende que la prohibición es aplicable respecto a todo extranjero de diferente culto.
3,2-3 Aquí se delinque punto por punto la ley de santuario único, explicitada por Yahvé en Dt.12,1-14, sin que por ello se depuren responsabilidades.
Recuérdese que el tabernáculo con el arca fue alzado por David en 2Sam.6,17, pero en los textos no se argumentan las dificultades por mantener la unicidad del santuario. Por ende, ver 3,15, donde se menciona el arca que supuestamente se hallaba en el tabernáculo.
3,9 Clama Salomón a Yahvé “da a tu siervo (…) poder discernir entre lo bueno y lo malo”, petición que resulta innecesaria habida cuenta la sentencia que el mismo dios otrora profirió “He aquí al hombre (…), conocedor del bien y del mal” (Gén.3,22), de lo cual se deduce que Salomón no debía ser un hombre.
Véase 11,3-8 y enmienda, donde se pone de relieve las dudas razonables respecto a la presunta sabiduría del rey Salomón.
3,14 Recuérdese que David murió aproximadamente a los setenta años, y que no siempre guardó los mandatos yahveicos. Para completar verificación véase 2Sam.5,21/ 2Sam.8,2/ 2Sam.8,8y10-12/ 2Sam.12,30/ 2Sam.13,21y29 y la atrocidad cometida en 2Sam.11,14-27.
Además, ver enmiendas respectivas y la enmienda a 2Sam.22,22-24. Para verificar la reiteración en la omisión de las faltas del rey David léase 9,4.
3,19 Paupérrimo sentido maternal el de semejante puérpera, oronda y satisfecha cual elefante de mar.
3,23-28 Pasaje muy similar al narrado por la excelsa pluma cervantil en la singular obra El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, donde Sancho Panza ejerce de humilde governador de la ínsula Barataria (capítulo XLV de la II parte).
Sea como fuere, Cervantes, como sus avisados lectores, nunca vio en Sancho “una sabiduría divina para ejercer justicia” (3,28), sino más bien una sabiduría sencilla, modesta y popular, aunque, en efecto, de Cervantes se pueda leer que “a los que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los encamina Dios en sus juicios”[2]. Otro ejemplo de sabiduría popular se manifestó, en Occidente, en las curiosas leyes de Zaleuco y en la constitución de Solón, halla por el s.VII a.C.
5,17ó31-18ó32 En estos dos versículos los israelitas incumplen la ley que es prerrogada en Éx.20,25 donde Yahvé previene que “al levantar tu cincel sobre la piedra la profanas”, como en Lev.26,1. También se incumple en 6,7/ 6,36 ó 7,12.
7,25 ¡Oh, calamidad!, aquí se transgrede flagrante e impunemente el segundo mandamiento del decálogo “no te harás imagen de escultura, ni figura alguna de cuanto hay arriba, en los cielos, ni abajo, sobre la tierra”. El inquisidor, oriundo de la fratría hortensis, obvia los motivos frutales y florales por considerarlos ‘naturaleza muerta’, ahora bien, no ocurre lo mismo con los doce toros que aquí se mencionan (7,44). En efecto, la enmienda es válida para los querubines (Éx.25,18-19 ó 6,35), aunque el inquisidor toma la trasgresión como una excepción piadosa.
Véase 7,29, donde al animalario se le añaden leones (10,19-20). No obstante, el delito queda impune. Recuérdese los severos castigos que Yahvé impuso a los israelitas en el pasado, ya fuera con el becerro de oro (Éx.32), o cuando Yahvé abrasó a los hijos de Aarón (Lev.10), la lapidación de un blasfemo (Lev.24,10-16) o la aplicada a un trasgresor del descanso sabático (Núm.15,32-36), así como la pena inflingida a Moisés y a Aarón por una simple duda (Núm.20), y tantos otros severos e inmediatos castigos por menudencias, si de hecho se sopesan junto con la falta del segundo mandamiento.
8,27 Pregunta semejante de la que se derivó el castigo a Moisés y a Aarón en las aguas Meribá (Núm.20,10).
Ver 1Rey.14,29, donde se pone de manifiesto que la pregunta es una fórmula de afirmación, una simple pregunta retórica. Es por ello por lo que el castigo a Moisés y a Aarón se antoja improcedente.
8,62-64 La hipérbole resulta grotesca, y los métodos de vanagloria del hagiógrafo para con su dios, sencillamente nauseabundos. Además, tal desmesura y fasto conducen a Salomón a cometer delito (Lev.17,1-9 y Dt.12,1-14). Ahora bien, éste queda impune merced a Yahvé, el dios imaginario, modelo propio de salvajes.
Véase Núm.15,1-16 para comprobar la magnitud del dislate.
9,20-21 Se comprueba, en estos dos versículos, como los israelitas incumplen, quedando exentos de castigo, la ley del anatema prerrogada por su dios Yahvé Sebaot El-Sadday en Dt.7,2 ó Dt.20,16-17.
11,3 Aquí es patente la hinchazón de las cifras, la cual puede ser producto del manoseo y la sesgada transcripción de los copistas.
11,3-8 Sorprende tamaño delito en Salomón, nada menos que referente al primer mandamiento, siendo él “el rey más grande (…) por las riquezas y la sabiduría (…) que había puesto Yahvé en su corazón” (10,23-24). Bajo concepto de sabiduría debía tener el hagiógrafo, si ésta sólo servía para descifrar acertijos árabes (10,1-3) y no para amar debidamente a su dios.
11,9-13 Yahvé parece rectificar el castigo que predijo en 9,6-9, puesto que instituye otro mucho más leve.
Téngase en cuenta que el verdadero dios no espera a que sucedan las cosas para evaluarlas pues, si del cierto es sempiterno, ¿cómo no va a conocer de antemano lo que sucedió, lo que sucede y lo que sucederá? Acaso dudar de ello ya sea una impiedad.
12,28-33 Jeroboam comete aquí varios delitos, peores que los acontecidos en el pasado (Éx.32/ Núm.12/ Núm.14, etcétera) y sin embargo el castigo no es ni riguroso ni fulminante como de hecho lo fue en aquellas ocasiones.
En efecto, la mayor cercanía histórica del relato obliga al hagiógrafo a ser más ponderado, prueba de que los antiguos sucesos estaba relatados en estilo hiperbólico.
14,9-11 Ajías profetiza a Jeroboam no su muerte, sino la de su casa y la de cuantos le pertenecían, incumpliendo así el mandato de Yahvé explicitado en Dt.24,16 y recordado por Ezequiel en Ez.18,19yss. el cual reza “no morirán los padre por culpa de los hijos, ni los hijos por la culpa de los padres; cada uno sea condenado a muerte por pecado suyo”.
Por ende, véase 15,27-30, donde se consuma el asesinato de Nadab y el latrocinio a las posesiones de su padre, aunque, de todos modos, Nadab pecó y debía de morir igualmente. No obstante, en esta enmienda se advierte que no existe excusa para que Jeroboam muera plácidamente (14,20), sin haber pagado culpa alguna en vida.
14,12-13 Dice Ajías a Jeroboam “morirá el niño”, siendo éste “el único de la casa de Jeroboam en quien se ha hallado algo bueno a los ojos de Yahvé”, por lo que se infringe la ley de Dt.24,16.
Ver enmienda a 16,18-19, ver 21,20-24 donde el profeta Elías injuria a Acab en semejantes términos y ver supra.
14,22-24 Roboam muere indemne de castigo, aun pecar tanto o más que Jeroboam, a quien le exterminan sus pertenencias (15,29-30), como ocurre con Abiam (15,8) o Acab (22,40).
14,29 Fórmula tan similar a la aparecida en Núm.20,10 ―la cual desencadenó el castigo a Moisés y a Aarón― como a la propincua de 8,27, donde al igual que aquí, parece ser usada como pregunta retórica y no como una duda[3].
15,3-5 Según el propio Yahvé eso es delito, pues si se interpola la ley promulgada en Dt.24,16 se podría leer “no vivirán los padres culpables por la inocencia de sus hijos, ni los hijos culpables por la inocencia de los padres; cada uno sea salvado por méritos suyos”.
En efecto, si la ley es universal y necesaria, como además en este caso así lo cree el caduciforme inquisidor, la interpolación sería completamente válida. No obstante, es de esperar un sinfín de interpretaciones pretendidamente excusatorias, que de buen grado serán prestidigitadas por los bíblicos más recalcitrantes[4].
15,9-10 Se presenta a la madre de Asa como a “Macá, hija de Abisalón”. Hágase notar que la madre de Abiam es también “Macá, hija de Abisalón” (15,2) y que Abiam es padre de Asa, con lo cual, si esta Macá fuese la misma en los dos casos, Asa habría cometido incesto con su propia abuela.
15,11 “Asa hizo lo correcto (…) como David, su padre”. Adviértase que el padre directo de Asa es Abiam (15,8)[5].
15,29-30 De ser cierta la sentencia “destruyó toda la casa de Jeroboam, sin dejar escapar a nadie, matando cuanto respiraba” y de entenderse tal y como lo advirtió Yahvé mediante el profeta Ajías “exterminaré a todos cuantos a Jeroboam pertenecían, al esclavo y al libre en Israel” (14,10) el anatema hubiese acabado con las doce tribus de Israel que por cierto pertenecían a Jeroboam (11,30-35) y que, por lo tanto, cometían también los delitos ya argumentados.
¡Calcúlese el genocidio perpetrado por Basa, el insaciable ejecutor! Basa, quien de hecho cometió los mismos pecados que hizo punir, emulando a Jeroboam Nabátida, becerril pecador donde los haya (15,33-34).
16,7 El auténtico dios no se irritaría; a decir verdad, la irritación sólo azota a los mortales de azaroso devenir. No obstate, Yahvé se irrita con Basa por cumplir (15,29) lo que el dios mismo ordenó (14,10-11), ya que Nadab Jeroboámida, pese a ser rey de Israel, era una pertenencia más de Jeroboam, y Yahvé prerrogó “barreré a la casa de Jeroboam (…) hasta que del todo desaparezca”, cosa que no hubiere sucedido si Basa hubiese dejado a Nadab con vida.
Ver 2Rey.10,30. Otrosí, adviértase que en la profecía de Yahvé no se aludió a la remisión de la pena para el rey.
16,18-19 El rey Zimri de Israel recorre al suicidio, como hizo Saúl en su momento (2Sam.31,3-4), quedando impune del castigo que, por el mismo delito (16,10-3) sufrieron Nadab Jeroboámida (15,27-30) y Ela (16,10). Por el contrario, más plácidas fueron las muertes de los igualmente pecadores Roboam (14,21-31), Abiam (15,8), Basa (16,6), Omri (16,28) y Acab (22,40) quienes, sencillamente “se durmieron con sus padres” en insignes sepulcros. Sin embargo, el inquisidor reitera que Yahvé ordenó en Dt.24,16 que cada uno pagare por su culpa.
17,18 Resulta llamativa la queja proferida por la mujer, si se tienen en cuenta sus palabras anteriores “lo comeremos y nos dejaremos morir” (17,12) ―tal era su desesperación―, y que gracias a Elías “durante mucho tiempo tuvieron qué comer ella y su familia” (17,15).
21,27-29 El infatigable inquisidor no ve justificación posible en el arrepentimiento de Acab, puesto que “nadie hubo que como Acab se vendiera para hacer el mal a los ojos de Yahvé” (21,25).
En fin, recuérdese con qué crueldad y rigor trató Yahvé a los antiguos pecadores; sin embargo, a Ocozías Acabita, pagador de los terribles pecados de su padre, sólo se le castiga con una muerte prematura (2Rey.1,17). Con todo, ¡oh, calamidad!, queda invalidada la solemne profecía que Elías proclamó en 21,20-24.
21,28-29 Se delinque otra vez respecto al mandato expresado por Yahvé en Dt.24,16, puesto que Acab no paga la culpa de la cual es responsable, sino que la paga su hijo.
22,7-8 Aparece en escena un profeta de Yahvé llamado Miqueas, hecho que deja en evidencia a Elías, puesto que en una ocasión dijo “sólo quedo yo de los profetas de Yahvé” (18,22). Además, Elías lo vuelve a repetir en 19,14.
22,11 Aventurada parece la nota de los maestros Bover S.I.-Cantera (1947), que aprecian aquí la confirmación de una presunta profecía emitida por Moisés en Dt.33,17.
22,19 Se menciona a “el ejército de los cielos” en un claro viso de politeísmo. Adviértase que la creencia en diversos dioses no contradice que uno de ellos los gobierne, y que por ello sea llamado “padre de hombres y dioses” (Ilíada XXIV 103).
22,43-44 Hay una incompatibilidad entre la locución “(Josafat) marchó (…) haciendo lo que es recto a los ojos de Yahvé” y la sentencia “no desaparecieron los altos, y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y perfumes en ellos”. Tanto para el paciente lector como para cualquier bíblico, es sabido que el sacrificio a Yahvé fuera del tabernáculo estaba taxativamente prohibido (Dt.12,1-14), por lo que la primera locución sería falsa, hasta el punto de que, como bien advierten Bover S.I.-Cantera (1947), sería posible que además, en los altos, se celebraran cultos idolátricos, infringiendo así también los dos primeros mandamientos (Éx.20,3-4 y Dt.5,7-8).
2 REYES
Decadencia de Israel y de la expatriación a Babilonia y cautiverio a manos del rey Nabucodonosor
2,2 Se infiere que Yahvé ordenaba a Elías acudir solo al lugar donde le requería, pues de lo contrario no se entendería por qué el profeta pretende separarse de su adlátere Eliseo, teniendo en cuenta, además, que éste le sucederá y, en efecto, parece del todo pertinente que asista al arrebato de su maestro (2,9-15).
En definitiva, o Yahvé no especifica en su mensaje si Elías ha de acudir solo o con Eliseo ―con lo cual no sería comprensible la negativa del profeta a asistir acompañado―, o bien le especifica que vaya solo ―con lo cual se comprendería el rechazo de Elías a llevar consigo a Eliseo―; sin embargo, siendo esto así, el profeta hubiese incurrido en desobediencia a Yahvé. Todo un dilema. Devánense los sesos exegetas y papatostes[6].
2,23-24 En este suceso se evidencia la infinita misericordia de Eliseo, tardo a la ira, clemente y manso varón de Yahvé.
3,1 Aparece aquí un hijo de Acab, aun cuando Elías profetizó en 1Rey.21,21-22 “exterminaré a cuantos pertenecen a Acab, esclavo y libre en Israel, y haré a (su) casa semejante a la de Jeroboam, hijo de Nabat (1Rey.15,29-30) y a la casa de Basa (1Rey.16,11-13)”. Pese a tales bravuconadas, la profecía del magnánimo Elías al parecer quedó sin efecto[7].
3,7 El inquisidor ve preciso transliterar el escolio de los maestros doctores Nácar-Colunga (1968) “Joram visita a Josafat, cuando en 1,17 y 3,1 se dice que había comenzado a reinar el año segundo de su hijo homónimo Joram. Prueba clara de la incorrección del texto sagrado”. No obstante, según los más obstinados bíblicos el texto es infalible obra del dios.
3,26-27 Acaba la batalla dejando sin efecto la profecía de Yahvé proclamada en 3,18-19.
4,1 Una viuda elogia a su marido diciendo de él a Eliseo “mi marido era temeroso de Yahvé”.
A decir verdad, estos textos, garrapateados cuando ya Homero y Hesíodo habían compuesto eximios cantos, y mientras Licurgo y Solón legislaban ciudades del anciano Peloponeso y el Ática, evidencian el atraso teológico de los semitas, el cual aún persiste en las mentes más angostas de la especie bípeda. Por ende, si bien es cierto que conforme avanzan los textos Yahvé se sutiliza y se matiza, estas frases y otras aún peores empañan lo mucho que de bueno hay en ellos.
5,26-27 Además de mostrar infinita misericordia para con su siervo Guejazi, lo cierto es que Eliseo también hace gala de su paciencia y noble pedagogía, así como de una sincera disposición a utilizar razonamientos de todo tipo.
6,25 Se deduce por el texto que los israelitas, al comer carne de asno, incumplieron nuevamente otro precepto, en este caso el aparecido en Lev.11,26.
Acaso esta prohibición ponga de manifiesto la incultura del pueblo judío, porque, a diferencia de los paganos, desconocían que “las mulas son más valiosas que las vacas para tirar del claveteado arado por el profundo barbecho” (Ilíada X 352-353)[8].
8,19 De existir, Yahvé sería culpable de negligencia y de nepotismo, cosa imposible si en realidad fuera el auténtico dios. ¿Cómo iba a ser el auténtico dios si éste rige mediante leyes sempiternas? ¿Cómo decir que son leyes del dios aquellas leyezuelas caducas y sectarias? ¿Acaso no es mejor aseverar que las leyes del dios moran sobre fronteras y razas, sobre tiempos y sobre costumbres? ¿Entonces?
9,22-24 Bellos versículos, dignos de los hexámetros homéricos.
De hecho, es probable que en esos tiempos (s.VIII a.C.) los semitas tuvieran algún conocimiento de la Ilíada y los Himnos Homéricos, cuya acendrada épica se derramaba a través de Oriente Próximo mediante tradición oral, merced a los rapsodas. Sin embargo, nótese cuan rudas son, por lo común, las narraciones épicas que aparecen en los Textos, y adviértase como estos tres versículos son una grata excepción.
9,24-27 Jehú asesina a los reyes de Israel y Judá, Joram y Ocozías; no obstante, el hecho no desagrada a Yahvé, que sí abominó a Baasa aun incumplir éste también el divino mandato del regicidio (10,11/ 10,14/ 10,17)[9].
Tediosa labor para los pacientes exegetas, cuyo destino es el grávido mugido del Minotauro recaudador.
10,7-8 Abominable acto de los samaritanos ordenado por Jehú, émulo de los crueles mandatarios asirios.
Hágase notar cuanto retraso acaecía en Oriente Próximo, justo cuando por ese mismo tiempo (s.VIII – s.VII a.C.) en la Grecia Continental y en sus colonias insulares y costeras, por cierto, se constituían leyes que aun hoy causan asombro. Más tarde, la influencia de jónicos, dórios y eolios, establecidos en las costas orientales, daría un decisivo impulso a las culturas semítica y judía, muy favorecidas por el magno politeísmo.
11,1-2 Ciertamente se hecha en falta una mención más clara al segundo Joram del relato, pues el embrollo resulta desconcertante.
El texto en cuestión debería leerse en tal guisa: “Atalía, madre de Ocozías el Joven, viendo que había muerto su hijo (…). Pero Josaba, hija del rey Joram de Judea y, por lo tanto, hermana de Ocozías el Joven, tomó a Joás, hijo de éste, y le sacó furtivamente”. Sin tales epítomes, la lectura se hace penosa ya no por motivos esotéricos, sino por una muy descuidada narración.
11,12 Aparece la diadema como símbolo de unción[10].
13,5 Sólo a través del fanatismo y de la irracionalidad más primitiva se consigue ver a Salmansar de Asiria como libertador de Israel[11].
13,18-19 La escena es risible en gran medida, aun cuando Eliseo yace exangüe y exhalando los últimos suspiros de su vida. En definitiva, acaso el pasaje quiera decir que a Joás, rey de Israel, le faltaba la suficiente convicción.
13,20-21 El escolio de la edición Nácar-Colunga (1968) al presente versículo es del todo arbitrario. A decir verdad, representa un vano intento de justificar la idolatría moderna, que de hecho se ha convertido en la sistemática perversión del segundo mandamiento, y, por ende, también del primero. Además, con el empeño de glorificar a Eliseo, el hagiógrafo se hace cómplice de los delitos perpetrados por la muchedumbre.
17,18 Es profundamente impío decir, como aquí se dice, que el dios se irritó. ¿Cómo podría si en realidad mora alejado de las pasiones que fustigan a la especie bípeda?
17,18-19y23 Se puede leer por tres veces “Yahvé (…) le arrojó de su presencia” hecho que resulta imposible, ya que el auténtico dios ciertamente es omnipresente.
Sea como fuere, el hecho es que la sentencia transluce la torpe interpretación que del dios hacen los miembros de la Comunidad Bíblica, tragasantos de muy poco seso y de menos corazón[12].
17,27 La segunda parte del escolio de los doctores Nácar-Colunga (1968), en efecto, es una muestra del acerbo fanatismo que padecen muchos bíblicos, los cuales son incapaces de comprender que un culto sea rico y tolerante. Léalo, distinguido lector: “Estas casi universales transmigraciones eran parte de la política de los reyes de Asiria. Los nuevos colonos se creen obligados a adorar al dios propio de aquella tierra, pero al mismo tiempo siguen dando culto a los dioses antiguos, originando esa inconcebible mezcla cultual religiosa que caracterizó a los samaritanos y los hizo tan odiosos a los judíos”.
18,14-16 Aquí Ezequías ofrece al rey de Asiria trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro; y es más, Ezequías le dice “he pecado. Déjame y haré todo lo que me impongas”. Sin embargo, en 18,7 se afirma que “(Ezequías) se rebeló contra el rey de Asiria y no le estuvo sujeto” (Nácar-Colunga) o “y no le sirvió” (Bover S.I.-Cantera).
19,17-18 “Éstos no eran dioses; (…) eran leño y piedra”. Por lo visto, los prejuicios no dejan contemplar la verdad que hay detrás de palabras como “Harás alianza con las piedras del campo” (Job 5,23) o “en todas las cosas está tu espíritu incorruptible (el del dios)” (Sab.12,1).
Además, ya se dice desde muy antiguo que los dioses helenos son “no de madera, no de piedra, sino de verdad” (Lírica Griega Arcaica frag.38 ‘Peán de Hermócles’ BCG)[13].
19,35 Según Bover S.I.-Cantera (1947) “lo cierto es que fue hecho milagroso y castigo de Dios, medio confesado por el propio rey en sus anales al no hablar de la derrota”.
Sin embargo, parece imprudente asegurar que lo sucedido fue un milagro ―aunque milagro ya sea la propia vida―, pero todavía más disparate es argumentar el presunto milagro a partir de la omisión de la derrota en los anales del rey. A decir verdad, era frecuente, y aún lo es, el minimizar e incluso el omitir los fracasos de ciertas campañas bélicas, como era y es igual de frecuente el exagerar los éxitos.
21,15 El versículo es un nuevo insulto a la naturaleza divina del dios. En efecto, atribuirle irritación es blasfemia e impiedad[14]. Rectifiquen bíblicos de todo jaez.
22,16-17 Estos dos versículos son, si acaso, mayor afrenta al dios que los enmendados arriba. ¡Oh, tropel de impiedades! Se empujan impacientes unas a otras.
22,17 Advierte el dios que la cólera que se le ha encendido no se apagará, aun cuando en otro lugar del mismo dios se dice que “un instante dura su cólera” (Sal.30,6).
22,43 “Marchó por todos los caminos de Asa (…), haciendo lo que es recto a los ojos de Yahvé”; sin embargo, en 2Par.16,9-12 Asa peca ante Yahvé al solicitar amparo ante el rey de Siria, y luego, al acudir a un médico también vuelve a pecar.
23,26 “No desistió Yahvé del ardor de su gran cólera”. Tamaña calumnia hacia el dios es lugar común en las Escrituras; sin embargo, la hedionda caterva de bíblicos insite en afirmar que todo su contenido es palabra del dios. ¡Enloquecer para creer![15]
23,32 “(Joacaz el Joven) hizo el mal a los ojos de Yahvé, enteramente como lo habían hecho sus padres”. Parece ser que el infalible hagiógrafo obvia a Josías, padre de Joacaz el Joven, del cual afirmó que “antes de Josías no hubo rey que como él volviera a Yahvé con todo su corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; y después de él no le ha habido tampoco semejante” (23,25). Por lo tanto, atendida esta loanza que, en efecto, sitúa a Josías por delante del propio rey David en cuanto a virtud y piedad, resulta cuando menos desafortunada la sentencia que aquí se enmienda.
Véase el caso similar de Joaquim Pre-Joaquín (23,37) donde se abomina a toda su ascendencia, puesto que su padre Joacaz obró mal a los ojos de Yahvé; sin embargo, conviene decir que tal aseveración obvia una vez más al muy manso Josías, rey de Judá. Correctísima es al fin la sentencia aparecida en 24,9, a diferencia de las que aquí el inquisidor pretende corregir.
25,26 Según parece, queda invalidada la profecía o juramento que Yahvé ofreció a David (2Sam.7,16 ó 1Par17,14), evidenciando así que Yahvé no es el dios verdadero. ¿Cómo iba a mentir el auténtico dios? ¿No se encuentra más allá del verbo y del atributo? ¿Acaso no es él puro sustantivo?
Por ende, interpretar la promesa como estrictamente profética en relación al galileo, a través de lo expresado por el apóstol Pedro en Act.2,30, resulta demasiado sinuoso, y, en definitiva, es otra manifestación de la actitud sesgada, enfermiza y arbitraria de muchos exegetas mesiánicos[16].
25,30 Finaliza el doble libro de los Reyes, dejando en el inquisidor la impresión de tener ante sí unos textos de enorme valor histórico pese a su ruda, desordenada, y aun a veces caótica narración, y pese a todas las enmiendas oportunamente manifestadas. Por otro lado, no se enjuician los demás pasajes por haberlos considerado aceptables y, por lo común, de lo más provechosos.
[1] Ver 2,28 donde se repite la profanación.
[2] No olvidar que también la obra de Cervantes debía pasar la fuerte censura.
[3] Ver enmiendas a 15,31/ 16,14/ 16,20 y etcétera.
[4] Ver 2Rey.8,19 al mismo efecto.
[5] En efecto, sería su padre en sentido político.
[6] Véase 2,4 y 2,6 donde se repite tamaña aporía.
[7] Véase 21,27-29 y enmienda correlativa.
[8] Otra prueba de la consideración a las mulas se manifiesta cuando, a raíz de la celebración de un certamen “para el segundo estableció como premio una yegua de seis años, indómita, preñada de una cría de mula” (Ilíada XXIII 265-266). Por último, sólo apuntar que según Anacreonte “los misios inventaron la mezcla de los asnos que cubren las yeguas” (frag.35 Lírica Griega Arcaica B.C.G.).
[9] Asimismo, véase enmienda a 1Rey.16,7.
[10] Para referencias a la diadema sagrada véase 2Rey.11,12/ Sal.132,17-18/ Prov.4,9/ Cant.3,11/ Sab.18,24 ó Eclo.45,14 y enmiendas correlativas.
[11] Véanse los escolios al respecto de los doctores Bover S.I.-Cantera (1948) y Nácar-Colunga (1968).
[12] Véase 24,20.
[13] A la sazón consúltese Juliano Cartas y fragmentos Carta 89b 293a-296b (BCG).
[14] Véase 22,16-17.
[15] Véase 24,20.
[16] Véase 8,19 ó 2Par.21,7.
Fuente: Inquisición a la Biblia, Marco Pagano (Editorial Caduceo 2006) https://creatumejortu.com/tag/inquisicion-a-la-biblia
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