1 SAMUEL
De Samuel, último profeta canónico, y de la institución monárquica de Israel
2,25 “Si un hombre ofende a otro, Dios está de por medio como intercesor; pero si el hombre ofende a Yahvé, ¿quién podrá interceder por él?”. Original sentencia, muy grata al inquisidor.
También dice Odiseo que es “Zeus, el árbitro supremo de los combates humanos” (Ilíada XIX 224), y también esa es oración piadosa y bella.
2,30 Palabras imposibles de colocar en boca del dios sin caer en grave impiedad, pues el dios no desprecia, sino que aprecia lo de bueno que hubiere en una vida. Además, es precisamente ese amor hacia lo bueno de cada individuo lo que hace a éste ennoblecerse; en efecto, el desprecio es sólo humano y mortal, pero jamás divino.
3,19 Muy hermoso versículo que da relevancia merecida al bien hablar, fontana de gozos y camino seguro hacia el dios.
5,1-12 Intento mediante fábulas de atemorizar a quien se le ocurriese robar el arca de la Alianza.
De hecho, los elementos de coacción son meramente supersticiosos, y en ningún lugar de las Escrituras se dice que el arca estuviere dotada de una auténtica maldición (‘arar’ en hebreo) contra el eventual profanador.
6,6 Recuérdese que es Yahvé quien endurece el corazón del faraón de Egipto y de sus siervos y no ellos mismos. Según este pasaje, parece como si el pueblo de Egipto hubiese tenido alguna potestad de elegir, cuando parece que no fue así[1].
8,6-8 Soprende que disguste tal propuesta, habida cuenta ya fue advertida en Dt.17,14-15.
8,7-8 Existe una evidente contradicción entre la locución del séptimo versículo “Yahvé dijo a Samuel (…) ‘no es a ti a quien rechazan, sino a mí’” y la oración del versículo siguiente “como han hecho conmigo (…), dejándome (…), así hacen ahora contigo”.
De todos modos, debe ser un error de interpretación del inquisidor, pues según la Comunidad Bíblica los textos son infalible obra del dios.
8,21 ¿Por qué Samuel repite a Yahvé omniscio las palabras que el pueblo le infirió? ¿Dudó del poder de su dios como hicieran Moisés, Aarón o Gedeón?
9,16 Versículo contrario a 8,18, puesto que el rey no lo elige el pueblo, sino Yahvé, como por cierto ordena la ley mosaica (Dt.17,15). Además, véase 10,1 como refrendo a la presente enmienda “Yahvé te unge por príncipe de su heredad” u otrosí puede hacerse con 10,24, donde se lee “aquí tenéis al elegido de Yahvé” presentando a Saúl, legítimo rey de Israel[2].
10,6 Saúl no deja de ser otro profeta, sólo que además investido rey. El muy andariego inquisidor no ve diferencia entre los antiguos profetas y Saúl, pues este último es ungido (krjri-stós) por Yahvé, al igual que los demás.
11,7 Tanto “el terror de Yahvé” (Nácar-Colunga) como “el temor de Yahvé” (Bover S.I.–Cantera) son frases blasfemas.
12,3 La integridad de Samuel, como concepto o paradigma, es digna de imitación para todos los mandatarios de todas las naciones: “¿He aceptado de nadie presentes, ni aun un par de sandalias?”[3], y más abajo responde el pueblo “de nadie has aceptado nada”[4].
12,18 Esta invocación no es ningún prodigio de Samuel, como de hecho la Escritura pretende hacer ver, sino una muy corriente averiguación entre campesinos de ayer y de hoy, más aún cuando se trata de prever la llegada de una tempestad en el transcurso de un día.
12,22 “Yahvé (…) no abandonará a su pueblo”, es una sentencia que se opone a “Yahvé no os responderá” aparecida en 8,18 o a “no os libraré ya más” en palabras del mismo Yahvé en Jue.10,13.
12,24 Las directrices son las mismas de siempre, y el advenimiento de la monarquía no conlleva cambio sustancial. A decir verdad, los antiguos profetas actuaban cual reyes y Saúl además de ser rey es también profeta[5].
13,10 Aparece Samuel, aún vivo, aunque los filisteos amenazan al pueblo de Israel (13,6-7). Al falible pero denodado inquisidor el hecho le causa extrañeza, puesto que invalida el pasaje referido en 7,13, donde se afirma que “pesó la mano de Yahvé sobre ellos (los filisteos) durante toda la vida de Samuel”. En efecto, Samuel no muere hasta 25,1.
13,13-14 No parece ser un grave pecado contravenir lo ordenado en 10,8. Recuérdese que Saúl fue ungido por Yahvé mediante Samuel, que le aconsejó hacer “lo que te venga a mano, pues Dios está contigo” (10,7).
También téngase en cuenta que Saúl ejercía como rey-profeta de Israel desde hacía dos años y que, además, esperó los siete días estipulados (13,8).
13,19-21 La mención a la herrería sitúa la composición del texto no antes de las postimerías del segundo milenio, aunque a decir verdad parece bastante posterior.
14,3 La nota a este versículo de la edición Nácar-Colunga (1968) corrobora que la superstición, como las consultas a oráculos de todo tipo, sea el ‘efod’, el ‘urim y tummim’ (Éx.28,30/ Lev.8,8/ Dt.33,8 ó 14,38-41), sean las entrañas de un animal (Tob.6,4-8) o bien sea una pitonisa (28,6-21), formaban parte de la tradición religiosa de los abrahamitas.
Véase Lev.19,31/ Núm.23,23/ Dt.5,11/ Dt.18,10-11y14 donde Yahvé desaprueba tales prácticas. Asimismo, ver 14,36-37 donde se consulta a Yahvé por medio de un sacerdote quien, probablemente, hizo uso del ‘urim y tummim’.
14,15 No existe un terror divino, el terror sólo forma parte del mal, pero en realidad éste no existe, pues como ha de saber todo hombre de bien, el mal siempre es desigual a sí mismo.
14,50 La mujer benjamita de Saúl es hija de Ajimas, que de ser israelita, certificaría una prevaricación de Saúl al juramento promulgado en Jue.21,1.
15,3 Excelente muestra de la infinita clemencia de Yahvé.
15,9 Saúl desobedece a Yahvé en 15,3 mas obra adecuadamente respecto a la ley yahveica prescrita en Dt.20,13-15. Toda una paradoja.
15,11 Yahvé se muestra arrepentido nuevamente[6], con lo cual, de ser él mismo el autor de los Textos, podría también arrepentirse de algún pasaje bíblico. No obstante, toda la horda de bíblicos considera infalible todo el grueso de las Escrituras.
Léase Núm.23,19 donde el texto reza “no es Dios un hombre para que mienta. Ni hijo de hombre para arrepentirse”.
15,26 Flagrante contradicción entre esta sentencia del profeta Samuel dirigida al pseudo-rey Saúl “no me volveré contigo”, y la muy cercana locución del hagiógrafo “volvióse Samuel y siguió a Saúl” (15,31). ¡Oh, atasco de tropiezos! ¡Oh, falibilísimos textos ensartados como verdad del dios! ¡Oprobio histórico a la infalibilidad! ¡Gigantea impudicia a lo divino!
15,35 Saúl vuelve a encontrarse con Samuel en 19,24 donde se explica que profetiza ante él.
16,7 Noble sentencia proferida por Yahvé; ahora bien, cabe recordar que no fue así en los casos de Sansón (Jue.14,5-6/ Jue.14,11/ Jue.14,19/ Jue.15,4/ Jue.15,8/ Jue.15,14-16/ Jue.16,9/ Jue.16,12y14 y Jue.16,29-30) aunque en ningún lugar se ensalza su figura y sólo se destaca su fuerza, y en el caso de Saúl (9,2 y 10,23) donde se reseña su talla.
Por ende, cabe destacar la hipocresía del pasaje, desenmascarada al contrastar la bonita sentencia del presente versículo “el hombre ve la figura, pero Yahvé mira el corazón” con otra anterior en la que Yahvé dice a Moisés que le comunique a Aarón “ninguno de tu estirpe (…) que tenga una deformidad corporal se acercará a ofrecer el pan de tu Dios. (…), ni ciego, ni cojo, ni mutilado, ni monstruoso, ni quebrado de pie o de mano, ni jorobado, ni enano, ni bisojo, ni sarnoso, ni tiñoso, ni hernioso” (Lev.21,17-20).
16,16-17 Por alguna razón los antiguos hombres de bien otorgaban a un mismo dios los ministerios de los artes y la sanación[7]. En efecto, todo arte ejerce de sutil medicina a los enfermos, y eleva el espíritu a los mortales, de entre los cuales, a decir verdad, no hay uno solo que se encuentre sano del todo[8].
No obstante, véase Am.6,5 donde parece que tal actividad es censurada.
16,18 Los servidores de Saúl debían ser grandes sabios, pues en cuanto uno de ellos tiene noticia del ungimiento de David dice “Yahvé está con él”, antes incluso de que Saúl fuera advertido. Además, todos ellos sabían de antemano que la turbación de su señor tenía su origen en “un mal espíritu de Dios” (16,15).
En definitiva, parece que el hagiógrafo tomó a los siervos de Saúl como profetas con tal de argumentar el relato.
17,9-10 Goliat no sólo debía ser un gigante zoquete, ya que, por el grado de compromiso que representa el reto asumido en nombre de todos los filisteos, no podía ser menos que un general o un rey[9].
17,15 Adviértase que entre Belén y el Valle Terebinto (Valle de Eláh)[10] median más de 25 kilómetros en línea recta.
17,16 La petulancia de Goliat debió de ser proverbial, pues tuvo en su ánimo lanzar el reto ochenta veces sin hastiarse.
17,25 Aquí se adicionan nuevas cláusulas al reto que Goliat explicita en 17,9 con inconcreción y aparente adustez.
17,55-58 ¡Oh, calamidad! Saúl no reconoce a David, aun siendo éste su diligente siervo (16,19-23) y aun formar parte de la campaña contra los filisteos (17,15).
18,11 Se supone que Saúl disparó dos picas y no una, pues si del cierto era “uno de los hombres más ancianos” (17,12), el hecho de errar el primer intento le obligaría a agacharse y recoger la picota del suelo, ya alejada unos metros, con la presteza suficiente como para que David no preveniera el nuevo ataque. Todo ello hubiera sido muy patético, y en tal caso no es de extrañar que David esquivara las dos acometidas del anciano Saúl.
18,17 Por la proposición de Saúl a David, se desprende que éste aún sigue soltero, incumpliendo así las condiciones establecidas en el reto de Goliat (17,25). No obstante, éstas representaban contravenciones al mandato mosaico prescrito en Dt.7,2-3 y al ordenado en Dt.7,25-26.
19,3 Se desconoce por qué Jonatás Saúlida debe hablar a su padre en el paraje donde David está escondido. El riesgo que ello supone parece del todo inútil, sobretodo porque Jonatás va con la intención de comunicarle a David lo hablado en la cita: “y te lo comunicaré”, circunstancia que invalida la hipótesis de que Jonatás quedara allí para que David escuchase lo hablado.
Por lo tanto, el inquisidor tiende a pensar que ello responde al anhelo del hagiógrafo por crear una escena de tensión.
19,13 Los ‘terafim’, como se desprende del propio texto, eran figuras antropomorfas, que al estar en posesión de David, de hecho, le convertían en trasgresor del segundo mandamiento (Éx.20,4 y Dt.5,8).
Al respecto, ver Zac.10,2, donde se dice que tales figuras eran usadas como oráculos.
19,24 Tras pasajes que lindan la demencia argumental, el final del capítulo se cubre de gloria con un hecho que contradice lo sentenciado en 15,35.
20,6 Saúl ya notó la ausencia de David en 19,17, y precisamente por ello lo busca para matarlo (20,18-19). A decir verdad, es natural que Saúl pueda sospechar que David esté advertido de sus homicidas intenciones. En fin, el versículo rezuma demasiada ingenuidad.
21,10 De repente aparece la espada de Goliat. El muy andariego inquisidor creía que, al final, las armas del gigante filisteo quedaron en posesión de David una vez lo hubo derribado en el valle de Terebinto (17,54). En consecuencia, no se explica qué hacen en la ciudad de Nob, en el santuario del sacerdote Ajimélec.
No obstante, resulta cómico imaginarse al menudo David blandiendo semejante espada, que debía ser proporcional a la enorme talla de Goliat, nada menos que de “cuatro codos” ―según texto griego― o incluso de “seis codos y un palmo”[11] ―según otras copias―[12].
21,13-14 Formidable ejemplo de valentía llevada a término por David, matador de Goliat de Gat, bizarro pastor e intrépido guerrero que “ha matado leones y osos” (17,36) siendo “todavía un niño” (17,33) y es favorecido por el dios (16,13 y 18,12y14)[13].
Asimismo, resulta del todo inverosímil que David, poco después de matar a Goliat en tan señalada batalla, pudiera entrar y salir de Gat sin sufrir menoscabo alguno.
23,11 “Yahvé, Dios de Israel” es una manifestación más del teonacionalismo del pueblo israelita[14].
23,28 Ahora los filisteos, posiblemente actuando como instrumento yahveico, permiten que salve la vida David Isaíta, el futuro rey de Israel.
25,38 El hagiógrafo se precipita y termina en clave de apoplegia[15] el episodio de Nabal y el aguinaldo perdido que, por el tedio que ya producía al eventual leyente, pudo ser desmembrado por algún revisor de tantos que manosearon los Textos.
25,44 Según el falible pero denodado inquisidor, ésta es una rectificación de lo acontecido en 18,26-27, la cual pretende justificar que David despose a Abigail y Ajinóam.
Recuérdese además que Micol salvó a David en 19,11-18.
26,1-2 Tras haberse mostrado arrepentido en 24,18-23, Saúl sigue persiguiendo a David con la intención de darle muerte. No obstante, después de movilizar a tres mil hombres y tras serle perdonada la vida por David, el ungido por Yahvé vuelve a arrepentirse y abandona la colina de Saquila. Todo un desaguisado. ¡Relato informe! ¡Mezcolanza de intereses!
26,25 Las postreras palabras de Saúl a David son de perogrullo y llenas de falsía. Además, en el versículo siguiente queda en evidencia la desconfianza de David hacia Jonatás y hacia lo que éste le dijo en 23,17.
28,1-2 Como profiere la nota de Nácar-Colunga (1968) las palabras de David a Aquís “si no tienen doble sentido, muestran poco amor hacia su pueblo”.
28,6 El escolio de Bover S.I.–Cantera (1947) interpreta que la aparición a Saúl es el Señor, ahora bien, el versículo 28,15 la invalida puesto que reza “Samuel dijo a Saúl”, son lo cual Samuel sería el dios[16].
Asimismo, hay quienes niegan que la aparición fuera cierta, ya que ésta fue propiciada por una pitonisa, y eso es abominación para los bíblicos.
28,7-11 La consulta a pitonisas o adivinos estaba explícitamente prohibida por Yahvé en Lev.19,31/ Núm.23,23/ Dt.5,11/ Dt.18,10-11 ó Dt.18,14[17].
29,6 La expresión de Aquís “como vive Yahvé” hace suponer que algunos filisteos también profesaban el culto yahveico[18]; no obstante, el hecho es que se enfrontaban contra Israel, como de hecho harían durante los siguientes dos milenios y medio.
29,8 David se dice siervo de Aquís, cosa incompatible con lo expresado poco más arriba, en 29,3 “David, siervo de Saúl”. En efecto, David abandonó Israel, y por lo tanto el yugo de Saúl (27,3).
31,2 Aquí matan a Jonatás, quien por cierto no era profeta, pues derramó vanas palabras en 23,17 cuando le dijo a David “tú reinarás (…) y yo seré tu segundo”.
A decir verdad, la presunta amistad entre David y Jonatás se reduce a un par de cortas experiencias. Al parecer del caduciforme inquisidor, un torpe intento de hacer presente en los Textos el valor de la amistad. En cambio, lo que aquí no se consigue mediante un prolijo relato se muestra con hermosura en un solo párrafo, cuando Néstor Nelida profiere a Telémaco que “nunca hubo entre el prócer Ulises y yo por los tiempos aquellos discusión en consejo ni en ágora: un alma, una mente a los dos nos movió; con prudencia inspirábamos ambos a los dánaos lo más saludable buscando su medro” (Odisea III 125-129), a la par que señala, de modo sutil, que el objetivo de la verdadera amistad es mejorar al prójimo.
31,6 Muere Saúl sin haberse hecho patente la tenebrosa profecía de Yahvé, la que Samuel profirió en 8,11-18.
Al fin y al cabo, el reinado de Saúl fue discreto pero no catastrófico, como de hecho sí lo fueron muchos de los que estaban por llegar.
2 SAMUEL
Del reinado de David en Israel
1,6 “Vi a Saúl apoyado sobre su lanza” contrasta con la frase “tomando Saúl su propia espada, se dejó caer sobre ella” (1Sam.31,4).
1,9-10 Ahora interviene un amalecita el cual dice que, por casualidad, se encontró con el moribundo Saúl y a su petición le dio muerte. No obstante, en 1Sam.31,6 no se menciona nada al respecto.
De hecho, no se entiende por qué el amalecita llevaba las vestiduras rasgadas y cubierta la cabeza de polvo (1,2), como solía hacerse antiguamente en señal de duelo. A un descendiente de Amalec, hijo de Esaú, pocos lazos de afecto le podían unir a Saúl y a los israelitas en general[19], sin embargo, éstos le creen y sorprendentemente no le piden que relate los pormenores de la muerte de Jonatás, de la cual dijo tener noticia (1,4) y cuya narración, sin duda, hubiere infundido algo de calor a la insulsa y pétrea amistad entre éste y David.
1,13 David, mostrándose en extremo olvidadizo, vuelve a inquirir lo que el amalecita ya le expuso instantes antes (1,3).
1,23 “Saúl y Jonatás, (…) inseparables en vida”. Lo cierto es que en sentido literal se separaron en múltiples ocasiones, y en sentido figurado les separaba ni más ni menos que la amistad entre Jonatás y David[20].
1,24 “Hijas de Israel, llorad por Saúl, que os vestía deliciosamente de escarlata, y colgaba adornos de oro sobre vuestros vestidos”, que se opone a la profecía de Yahvé proclamada en 1Sam.8,13.
2,16 Suceso de perogrullo, como en 2,20-23, donde se pone de manifiesto la profunda necedad de Asael.
5,21 Parece que el rey de Israel, David, incumplió el segundo mandamiento (Dt.5,8), habida cuenta el versículo relata como David y su gente se llevaron los ídolos y los dejaron en aquel territorio. No obstante, el significado es muy oscuro y la traducción realizada por Bover S.I.–Cantera exculpa a David de delito, pues reza “(los filisteos) dejaron allí abandonados sus ídolos, que fueron llevados a David y su gente”, aunque no se comprende por qué motivo harían eso los filisteos. Por otro lado, Nácar-Colunga plantean más dudas si cabe: “Dejaron allí sus ídolos,” ―¿Quién? ¿De quién?― “que David y su gente se llevaron” ―¿Cuándo? ¿Antes o después de la batalla?[21]―.
6,7 Una muestra más de la infinita misericordia de Yahvé Sebaot, tardo a la ira, clemente sin par.
6,13 Resulta divertido comprobar cuantos animales inmolaron en el transporte del Arca hasta Jerusalén. De la ciudad de Gat a Jerusalén median unos cincuenta kilómetros, por lo tanto, suponiendo que la recua se dirige en línea recta realizando pasos de un metro, en efecto, habrían sacrificado un total de 8.330 bueyes y cebones. Pues bien, sonría o reflexione, según prefiera el distinguido lector.
7,14 Hay que tener mucha imaginación ―o muy perturbada― para interpretar aquí una profecía mesiánica del galileo.
7,26 Yahvé Sebaot no es el auténtico dios, sino solamente de Israel, como se confirma por estas palabras.
El inquisidor reitera que el dios supremo o es de todos por igual o no existe[22] y que, además, el auténtico dios no está sujeto a posesión.
8,2 David devuelve el favor que le dispensaron los moabitas en 1Sam.22,3-4 matando a dos tercios del total. Curiosa interpretación del sexto mandamiento.
10,12 Esta vez David no consulta a Yahvé como acostumbraba[23].
11,14-15 Se pone de manifiesto la perversidad de los propósitos de David, que en este caso no se alejan de los viles procedimientos de su antecesor Saúl. En efecto, véase 11,27 donde se alude al desagrado que Yahvé sintió respecto al abyecto acontecimiento[24], pues incumple varios preceptos a la vez.
12,22-23 Respuesta obvia que desvela un cierto interés de David al orar.
De hecho, ver el prístino suceso de Caín y Abel (Gén.4,3-5) y la enmienda correlativa.
12,24 Es el segundo hijo de David llamado Salomón[25] aunque Natán profeta lo cambia por el de Yedideyá.
12,30 Otro incumplimiento de la ley de Yahvé, en este caso a la proferida en Dt.7,5y25[26].
13,21 David, como responsable de cumplir y de hacer cumplir la ley, neglige respecto a la directriz de Yahvé expresada en Lev.20,17 y deja impune el incesto entre Amnón y Tamar. A su vez Yahvé, como máximo velador, participa también de la negligencia[27].
Cabe decir que las leyes del dios son de su misma condición, es decir, eternas e imperecederas; de ser lo contrario, se trataría de leyes humanas, es decir, leyes ligadas a ciertas circunstancias. Además de todo esto, ¿pueden incumplirse las auténticas leyes sin que se deriven consecuencias? ¿No será que sólo las leyes humanas son transgredibles sin que por ello se resienta el alma?
13,29 “Los hijos del rey (…) montaron en sus mulos”. Apréciese que en Lev.19,19 se prohíbe el apareamiento de bestias de diversa especie. Aquí el delito, como en otros muchos casos, queda sin penalizar. Es más, el escolio de Bover S.I.-Cantera (1947) afirma que las mulas eran usadas de ordinario por el pueblo israelita[28].
14,32-33 Absalón, “digno de las mayores alabanzas” (14,25), es evidentemente culpable, puesto que ordenó asesinar a su incestuoso hermano Amnón (13,28-29) incumpliendo así el sexto mandamiento (Dt.5,17). David se hace cómplice del delito y Yahvé parece estar de excursión por el Hades.
15,25-26 Aquí David tampoco consulta a Yahvé, aun acompañarle enrededor toda al plana de sacerdotes levitas[29].
16,10-11 Según David, el humano carece de voluntad y de libre albedrío, de lo cual se infiere que está siempre exento de culpa y que el único responsable de todo es Yahvé. No obstante, según el caduciforme inquisidor este versículo supone una blasfemia.
16,12 Ver enmienda a 12,22-23.
16,23 “Consejo que daba Ajitófel era mirado como si fuera palabra de Yahvé”. Según el rey David no habría otra manera de actuar sino haciendo aquello que Yahvé ordena, por lo tanto, no es de extrañar que todos los consejos provengan de Yahvé[30].
17,6 “Esto ha dicho Ajitófel ¿Hemos de hacer lo que él dice?”. Parece contradecirse con 16,23. A decir verdad, resulta difícil hallar una contradicción tan evidente.
17,10 Absurda explicación de Jusay el arquita.
17,21 El consejo no lo dio Ajitófel sino Kusay[31].
17,23 Soprendente reacción de Ajitófel quien, al comprobar que su consejo era desestimado, se marchó “a su casa de la ciudad y (…) se ahorcó”. Pues muy bien.
18,1 “Puso al frente de ellas (sus tropas) jefes de millares y de centenas”. Lo que aquí se cuenta con tintes épicos y de honorable disposición militar, parece ser reprobado por Yahvé en 1Sam.8,12 al clamar que “de ellos hará jefes de mil, de ciento y de cincuenta”, al tiempo que profetiza las calamidades que sobrevendrán con la institución de la monarquía[32].
18,9 Escena tragicómica.
18,18 No es cierto que Absalón no tuviera hijos, pues “naciéronle a Absalón tres hijos y una hija” (14,27).
De hecho, la falibilidad de los textos es fácilmente demostrable, tanto en el sentido lógico como en el ideológico. De ahí que los Bíblicos deben rectificar su postura, por su bien y por el bien de futuros tragasantos de tropa y sopa.
19,6-9 Excelente perorata de Joab, pues reprende con valor al rey David y le devuelve el sentido.
20,11 El oscuro pasaje queda desvelado por el muy oportuno escolio de los maestros exegetas Bover S.I.-Cantera (1947).
20,22 Muere Seba sin “hacer(nos) más mal que Absalón” al contrario de cómo temía David, que era rey, mas, por lo visto, no era profeta (20,6).
20,24 Aparece aquí la figura del “inspector de los tributos”, es decir, del recaudador de impuestos teocráticos.
A decir verdad, no fueron vanas las enmiendas al respecto como por ejemplo Jos.13,14/ Jos.21,1-3 ó Jos.22,16.
21,17 El conjuro de las gentes de David parece estar imbuido de superstición.
Acaso el relato sirva para explicar cómo David, quizá por su avanzada edad, dejó de batallar.
21,19 Aparece un segundo filisteo de nombre Goliat y también de la ciudad de Gat (1Sam.17,4). De hecho, las evocaciones al gigante continúan en el siguiente versículo.
22,2-3 Es llamativa la profusión de los posesivos asociados al dios, lo cual, según el caduciforme inquisidor, constituyen blasfemia.
22,14-15 Se hace ya ostensible la influencia de la cultura prehelénica.
Una prosa más cuidada evidencia la reciente toma de contacto del pueblo hebreo con las culturas jónicas, dóricas y post-minoicas, que avanzaban lozanas desde las costas occidentales de la actual Turquía, Chipre o Creta hacia Oriente.
22,22-24 Parece que el rey David se vanagloría en exceso y no se arrepiente de su vileza mostrada en 11,14-27, ni de todos sus delitos y negligencias que aparecen descritos en 5,21/ 8,2/ 8,8y10-12/ 12,30/ 13,21 y 13,29[33].
Por ende, ver 1Rey.14,8 y 1Rey.15,11 donde se comete la misma omisión, y 1Rey.15,5 donde el texto muestra algo más de objetividad.
22,26-27 El auténtico dios acaso se mostraría piadoso con todos y no sólo con los piadosos. Por ende, siempre íntegro y no sólo con los íntegros, y siempre limpio, tanto con los limpios como con los sucios. Asimismo, el auténtico dios acaso more muy por encima de la sagacidad y la astucia, que de hecho son atributos más propios de los humanos y de las vulpejas de afanoso devenir.
22,41 “Y aniquilaré a los que me odiaban”. Véase 16,5-13, donde David no aniquila a Semeí aun mostrarle éste toda su aversión, o el caso de Saúl, al que por dos veces (1Sam.24,8-23 y 1Sam.26,8-24) le perdona la vida.
23,3 “El temor de Dios”. Perversa es la práctica de asociar el temor con el dios. En efecto, nada hay más dispar entre sí.
24,1 Se atribuye al dios un defecto como la ira. ¡Tremenda impiedad!
24,16 Se ilustra a Yahvé en arrepentimiento, muestra de que no es el verdadero dios, sino uno creado por los antiguos hebreos. Para antecedentes al respecto véase Gén.6,6/ 1Sam.15,11/ 1Sam.15,35 y enmiendas correspondientes.
[1] Véanse las enmiendas al respecto, tales como Éx.8,10ó14-15ó19/ Éx.9,12 ó Éx.14,12.
[2] También al respecto léase 10,6/ 12,1 y 12,13.
[3] Al respecto véase Dt.16,19.
[4] Se supone que Samuel sí aceptó todo aquello que beneficiaba a la comunidad. En el mismo sentido habla Homero al decir, en su obra Los Regresos, que “los regalos seducen la mente de los hombres y sus acciones” (Clemente de Alejandría Stromateis I pág.138).
[5] Ver 10,6 y enmienda correspondiente.
[6] En efecto, véase Gén.6,6 y 15,35.
[7] A la sazón, también Píndaro asumió que “ni el agua caliente pone, por cierto, talmente suaves los miembros, cual la loa que acompaña la lira” (Nemea IV 4-5).
[8] No obstante, que la filosofía sea cumbre de las artes acaso es atestiguado desde que Alcínoo se dirigiera a Odiseo en precioso elogio: “tú, en cambio, al hermoso decir acompañas un noble sentido; ni un aedo supiera mejor relatar con los males de los otros argivos tus propias funestas desgracias” (Odisea XI 366-369), al tiempo que pone de relieve la virtud de acompañar lo múltiple con lo uno.
[9] Véase enmienda a 17,25.
[10] Planicie situada al Suroeste de Jerusalén y cerca de la ciudad de Gat.
[11] Es decir, que la talla de Goliat equivaldría a poco menos de 2 metros en un caso y a 3 metros en otro.
[12] En medio de ambas, citar a Alceo hablando a su hermano mayor Antiménidas, que batalló en la toma de Judea en el 586 a.C.: “Viniste de los confines de la tierra trayéndote remachada con oro la empuñadura de marfil de tu espada (…) [realizaste] una gran hazaña y [los] salvaste de fatigas al matar a un guerrero al que le faltaba un solo palmo para alcanzar los cinco codos reales” (Alceo frag.108 Lírica Griega Arcaica B.C.G.). En efecto, en la Antigüedad se le atribuían a los gigantes una altura de cinco codos reales; y si el codo real equivale aproximadamente a 0,5 metros, esto da una altura de 2,5 metros.
[13] Por el contrario, cuánta mayor prundencia y estilo emplea Píndaro, cuando al rememorar las hazañas de Aquileo refiere algo semejante, advirtiendo que en las manos del héroe cimbreaba la pica, pues “el rubio Aquiles (…), niño aún, a fuer de juego, emprendía notables acciones. Con sus manos haciendo vibrar muchas veces la lanza, de poco hierro guarnecida, (…), en lucha dio muerte a leones salvajes y abatió jabalíes; (…), cuando tenía seis años primero, y en todo tiempo, después” (Píndaro Nemea III 43-49).
[14] Ver asimismo 25,32.
[15] Ver escolio de Bover S.I.-Cantera (1947).
[16] Véase 28,13.
[17] Véase enmienda a 14,3.
[18] Eso no sería extraño para una mente noble como la de los paganos.
[19] Lo más probable es que tales muestras de dolor fueran a veces un mero formalismo para con los familiares. En tal caso, pues, el amalecita dio muestra de nobleza y piedad.
[20] Véase 1Sam.20,30-34.
[21] Ver Dt.7,5 y Dt.7,25.
[22] No obstante, este nacionalismo teológico es probable en los dioses menores.
[23] Por ejemplo en 1Sam.23,2/ 1Sam.23,9-12/ 1Sam.30,8 ó 21,1. Asimismo, véase enmienda a 15,25-26.
[24] Véase advertencia en 7,14.
[25] Tal y como evidencia 5,14.
[26] Asimismo, véase enmienda a 5,21.
[27] Véase Lev.18,9 y Dt.27,22.
[28] Véase 18,9/ 1Rey.1,33 y 1Rey.1,38.
[29] Ver enmienda a 10,12.
[30] Ver enmienda a 16,10-11.
[31] Ver 17,11-13.
[32] Ver 18,4.
[33] Véanse enmiendas correlativas a cada cifra.
Fuente: Inquisición a la Biblia, Marco Pagano (Editorial Caduceo 2006) https://creatumejortu.com/tag/inquisicion-a-la-biblia
Impactos: 240
Dejar una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.