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ORÍGENES DE LA MODERNIDAD EN EUROPA – PARTE I

La decadencia de Atenas, tras caer derrotada en la guerra contra Esparta, supuso a un mismo tiempo el debilitamiento general de todos los pueblos griegos. Tal situación fue aprovechada por el rey macedonio Filipo II, que logró vencer a los griegos y adentrarse en su territorio (338 a.M.). Alejandro III, el hijo de Filipo, culminó la obra imperialista de su padre y asentó el dominio macedonio sobre Grecia: ensorbecido por la ambición de gloria, con tan sólo veintidós años emprendió la expansión de su imperio hacia Oriente, tan lejos como pudiera llegar su ejército, y su error. ¿Qué podía esperarse, entonces, de quien padecía el ardiente ímpetu de la juventud, una vez acaparado tanto poder? De hecho, Alejandro no cesó en su camino de curiosidad desbocada hasta pisar la ribera del río Indo, y sus desmesurados proyectos sólo encontraron fin cuando la muerte vino a llevárselo: demasiado tarde.

El ingente territorio conquistado por Alejandro Magno comprendía una macedonia de pueblos y culturas, aunque bajo un mismo yugo: el contacto que habían mantenido Occidente y Oriente hasta la fecha había sido respetuoso, sano y lleno de nobleza y provecho mutuo; sin embargo, tras la atrocísima campaña de Alejandro, el saludable contacto se convirtió en penetración, adulterio, incluso violación, y los prudentes límites que encauzaban las ‘rutas del conocimiento’ entre Oriente y Occidente saltaron por los aires.

Con un afán ilimitado de notoriedad, Alejandro III de Macedonia desarrolló la poliorcética o ‘asedio’, técnica propia de las guerras imperialistas, y que antaño suponía una rareza y no estaba desarrollada. Empezaba la era de las máquinas: la abominable Modernidad.

Los generales que, tras el óbito de Alejandro, gobernaban el vasto imperio establecieron satrapías dinásticas, al modo oriental, y así fue que por primera vez europeos arrasaron con los principios tradicionales de pueblo y soberanía. Este proceso de sometimiento político masivo, es decir el imperialismo cosmopolita, serviría de paradigma para el sistema autocrático de Roma, por imitación de lo que pasaba en Oriente (opuesto a lo que sucedía en Occidente, como en Iberia, donde se asentaban pacíficas colonias de pueblos soberanos), y parigual sucedería cuando se institucionalizó en Europa el monoteísmo fascista, que de hecho sólo existía en pequeñas sectas orientales, o en grupúsculos de las decadentes urbes romanas como culto extravagante. Hay que decirlo claramente: las dos fuerzas destructivas de pueblos, esto es el imperialismo y el monoteísmo, penetraron en Europa debido a los excesos en la relación con Asia; porque las guerras contra el Persa culminaron en la instauración del imperio macedonio, y éste asentó las bases para el surgimiento del imperio Romano, destructor de pueblos.

Roma y Cristo se unieron para esclavizar no sólo el cuerpo, sino también la mente y la moral de los pueblos, y continuar así en su enfermizo objetivo de conquista total o ‘dominium mundi’. El resultaldo fue la Modernidad y sus horripilancias.

Es cierto que en el aspecto cultural todavía se realizaron asombrosos progresos, sobretodo en ciudades como Alejandría, Atenas, Rodas, Bizancio o Sinope, sin embargo ya no era lo mismo: el tratamiento del saber se refinó hasta el afeminamiento y la cursilería, en lo que fue una especie de ‘proto-romanticismo’ (cosmopolitismo). Con el sometimiento político abundaron los conflictos sociales, la desesperanza del individuo, el anhelo por trepar en la escala social a todo costo, y en este contexto los sofistas medraron, la filosofía ya no trataría más sobre el ser y la trascendencia, sino sobre el cuerpo y los fenómenos.

Se hacia patente ya la decadencia propia de los procesos de la Modernidad: el monoteísmo aún no había hecho estragos aquí, en Europa; sin embargo, las cosmópolis macedonias abonaron el terreno asaz para que ello ocurriera. La Modernidad ‘Roma-Cristo’, con la idea de ‘dominium mundi’ o ‘nuevo orden mundial’ como objetivo, estaba a punto de erigirse a costa del genocidio de los pueblos gentiles. Que este genocidio llegue a culminarse por completo, por cierto, depende de las generaciones actuales y las por venir. Albergamos la máxima confianza, como es lógico y natural.

A pesar del genocidio secular, y de la obsesión por establecer un ‘nuevo orden mundial’ o ‘dominium mundi’, los pueblos gentiles resisten y están prontos a retornar al estado natural de cosas o Era Gentil.
Vídeo Parte II
Parte II: 
https://creatumejortu.com/los-origenes-de-la-modernidad-en-europa-parte-i

Referencias:
https://es.wikipedia.org/wiki/Dominium_mundi

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