En algún momento antes de 1901, desde instancias del gobierno francés, deseando determinar con mayor exactitud el tamaño real de la Tierra, se propuso suspender dos cables de 1 km y medio de profundidad en pozos de minas abandonadas, y así poder medir la distancia entre los extremos superior e inferior, que suponían debería ser algo menor en el extremo inferior, y querían saber exactamente cuánto menos, para así determinar el tamaño exacto de la circunferencia de la Tierra.
El resultado de estas pruebas fue muy extraño. Tan extraño que los científicos geodésicos franceses se pusieron en contacto con los científicos de la Asociación Geodésica Americana y les transmitieron sus resultados, con la solicitud de que se llevaran a cabo pruebas similares en este país. Oficialmente, no se hizo nada durante algunos años. Pero hacia el año 1900, uno de los topógrafos geodésicos de la asociación que estaba trabajando en las proximidades de las minas de Tamarack, cerca de Calumet, Michigan, se puso en contacto con el ingeniero jefe de Tamarack, y le pasó la información transmitida por el gobierno francés.
Dos pozos que se usaban para descender mediante ascensores fueron seleccionados, y se suspendieron en cada uno de ellos plomadas de exactamente 1 km y medio de largo. Al final de estos cables se colgaba un barril de aceite de 25 kg con el fin de evitar cualquier balanceo. De esta manera, además, se razonó que las fuerzas magnéticas de la Tierra afectarían en menor medida al resultado.
Los cables utilizados para suspender los barriles eran cuerdas de piano del calibre nº 24. Los cables se dejaron colgando durante todo un día, de modo que cualquier mínimo movimiento o balanceo fuera eliminado.
Se comenzaron las mediciones… Fue entonces cuando se descubrió que los ingenieros geodésicos franceses no habían cometido un error.
Una cuidadosa recomprobación demostró que los cables, en contra de lo esperado, presentaban una mayor separación en la parte inferior que en la superior, arrojando una extraña conclusión al experimento: el centro de gravedad no está debajo de la Tierra, sino encima de la superficie de la Tierra, en algún lugar del Espacio! Si estas dos líneas, formadas por las plomadas suspendidas, fueran extendidas hacia arriba, se encontrarían en algún lugar en el vacío de la Tierra, y ese punto, según todas las reglas de la atracción gravitacional, debería ser el centro de gravedad auténtico.
Muy desconcertado e incluso perturbado, el ingeniero encargado del experimento, John B. Watson, solicitó la presencia del profesor Fred W. McNair, Presidente del Colegio de Minas de Michigan. Con McNair allí para comprobar los resultados, el experimento se repitió, volviendo a arrojar los mismos resultados, ante el estupor de todos los presentes. El profesor McNair sugirió que las plomadas deberían sustituirse por cables de un material no magnético para evitar cualquier posibilidad de atracción o repulsión magnética debida a posibles concentraciones de minerales paramagnéticos cercanos. Sin embargo, y aunque los cables fueron sustituídos por unos de plomo, se obtuvieron los mismos resultados. Si cualesquier perturbaciones magnéticas hubieran estado operando durante el experimento, éstas habrían variado los resultados al cambiar de cables, pero no lo hicieron en absoluto y las cifras se mantuvieron firmes.
No obstante el profesor McNair sugirió que debían evitarse las corrientes de aire que pudieran viajar por entre los pozos de la mina, por cuanto podrían estar afectando a la posición de los cables de la plomada. Así, ambos pozos de la mina fueron completamente sellados en la parte superior para evitar cualquier corriente de aire. Una vez más las cifras siguieron siendo las mismas que en las pruebas anteriores.
Después de intentar otros muchos métodos para ver si variaban los resultados y tras obtener en todos los casos el mismo férreo resultado, el profesor McNair renunció a proseguir el experimento y lo abandonó en completo estupor.
Se llevó a cabo una segunda serie de experimentos en Calumet (Michigan), y esta vez se utilizaron dos pozos que se hallaban a 1 km y medio de distancia, y también eran de 1 km y medio de profundidad. Y se conectaron en la parte inferior por un túnel transversal perfectamente recto.

Se encontró que las líneas de plomada estaban 21 cm más separadas en la parte inferior que en la parte superior.
El ingeniero J.B. Watson no tardó mucho en descubrir la divergencia que sería necesaria para completar una circunferencia esférica de 360°; sin embargo algo no encajaba, como expresaban las líneas de plomada, sería la circunferencia del interior de una esfera, no la exterior, y el centro de gravedad se hallaría a 6.500 km en el espacio!
Esta serie de pruebas no fueron realizadas en secreto, así que fue inevitable que las noticias de la época se hicieran eco de ello.
La noticia fue reportada por un periodista del rotativo ‘The Houghton’ (Michigan) en la pag.3 de la sección ‘Daily Mining Gazette’ del 8 de Octubre de 1901, quien publicó la historia concluyendo: «los cables estaban más lejos en el extremo inferior y nadie ha sugerido algo que parezca zanjar el por qué«.
El profesor McNair volvió al Colegio de Minas de Michigan e intentó olvidar todo el extraño suceso, pues no hizo ningún esfuerzo para ponerse en contacto con sus colegas o científicos y llamar así la atención sobre los resultados del experimento. Sin embargo, podemos perdonar al profesor McNair por su renuencia a continuar con el asunto, pues sus implicaciones son enormes y dan un vuelco al concepto moderno del universo. Obviamente, el profesor McNair no estaba dispuesto a alterar su rutina diaria y tampoco los gobiernos de los Estados Unidos y de Francia iban a formar un escándalo con este nuevo hallazgo, como decían los franceses, ‘el valor del franco se mantendrá sin cambios, y los puentes y los edificios todavía se pueden construir, ¿por qué ibamos a crear un problema?’.
¿Podemos culpar a los asistentes al experimento, por haber mantenido un absoluto silencio a partir de ese momento?
Sin embargo, los hechos permanecen, y las líneas de plomada estuvieron siempre más separadas en el extremo inferior que en la parte superior. ¿Qué significa eso? ¿Deberíamos invertir nuestro concepto de gravedad y dar la vuelta a la forma de la Tierra? ¿Deberíamos revalorar nuestra posición con respecto a otros cuerpos en el espacio y la naturaleza misma del universo?
De hecho, este experimento podría ser replicado de una forma mucho más sencilla, sin tener que perforar cientos de metros de tierra, y bajar por túneles angostos y oscuros, con el riesgo que ello conlleva. No cualquiera puede verificar un experimento realizado en minas a más de un km de profundidad… pero, ¿y si dejásemos caer dos pesadas piedras desde puntos muy distantes en un puente perfectamente nivelado? La caída sólo estaría afectada por la gravedad, y deberían caer a una distancia más cercana que la distancia desde donde fueron dejadas caer, si la Tierra fuera convexa, a la misma distancia si fuera plana, y a una distancia superior si fuera cóncava…
Existe un puente donde podría realizarse este experimento: el viaducto de Millau, cuya longitud nivelada se extiende por 2.460 metros, y cuya altitud máxima se encuentra a 343 metros. Así pues, los puntos de inicio de la caída libre deben estar a 500 m de separación, y con una caída de por lo menos 255 m, debería dar como resultado un mínimo de 2 cm de diferencia respecto de los puntos del puente donde fueron soltadas las piedras, ya sea mostrando convergencia (Tierra convexa) o divergencia (Tierra cóncava).


Este experimento sin duda demostraría de forma contundente la forma de la Tierra, sin embargo presenta dificultades técnica que es debido estudiar: 1) el viaducto de Millau tiene unas paserelas peatonales de emergencia muy estrechas, y con pantallas que dificultarían en gran medida soltar grandes piedras; y 2) por cuestiones de seguridad es muy probable que el experimento fuera suspendido durante su ejecución.

Por lo tanto, el experimento podría realizarse de una manera más sutil, por ejemplo con unas cuerdas de acero colgando con barriles de aceite muy pesados en sus extremos (plomadas), y registrando la distancia entre la parte superior de las plomadas (sujetas al puente), y la parte inferior de las mismas (a 1 metro del suelo), con unas postas clavadas en la tierra cada 10 metros, que señalarían la distancia entre los extremos inferiores de las plomadas. Este método sería visible para cualquier persona que quisiera hacer su propia comprobación y, además, sería irrefutable, determinando de una vez por todas la verdadera forma de la Tierra.

Por último, si este método también presentara problemas de ejecución, por cuestiones de seguridad, se podría realizar con potentes láseres sujetos a las barandillas del puente, separados un mínimo de 500 metros, y en posición perfectamente vertical, a plomo, de manera que la marca de luz visible en la superfície estuviera afectada solamente por la gravedad, y funcionara como una plomada corriente. Una vez colocados los láseres sólo habría que medir y señalizar con postas cada 10 metros la distancia entre las marcas láser en el suelo, y determinar con ello y de una vez por todas la forma real de la Tierra. Esperemos que un grupo de valientes científicos se dedique a realizar este apasionante experimento, y sus nombres y apellidos puedan llegar a ser registrados en los anales de la Historia.
Fuentes y referencias: http://blogs.mtu.edu/physics/2000/01/mtu-physics-department-history-1901-1916/ http://www.rolf-keppler.de/elot.htm http://blogs.mtu.edu/physics/files/2000/01/DMGPlumbLines.pdf http://www.wildheretic.com/concave-earth-theory/4/ --- Parte 1: https://creatumejortu.com/la-tierra-es-concava-el-rectilineador Parte 3: https://creatumejortu.com/la-tierra-es-concava-iii-la-tierra-no-se-mueve Parte 4: https://creatumejortu.com/airys-failure-el-fallo-de-airy Parte 5: https://creatumejortu.com/tierra-concava-v-la-luz-se-curva Parte 6: https://creatumejortu.com/tierra-concava-vi-la-imposible-tierra-plana --- https://creatumejortu.com/memepedia-astronomia
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