‘La oportunidad lo es todo’ reza un antiguo proverbio griego, y es verdad: hay momentos felices en el transcurso de las décadas en que un individuo, y sus circunstancias, parecen congraciarse para ofrecer maravillas al mundo. Uno de estos individuos, agraciados por un daimon feliz, es el mejor surfista de todos los tiempos, Haley Otto, que atesora la modestia de los maestros de cualquier deporte, y ella, a su muy temprana edad, ya lo es.
Nacida a principios del s.XXI, su habilidad por el surf es innata y sobrehumana, no resultado sólo de un férreo entrenamiento o esfuerzo motivacional, sino que Haley desprende una innata habilidad por el surf, con un estilo eterno, inimitable, que aúna en el pico más excelso todas las virtudes del surf clásico: elegancia, modestia, finura, jovialidad, equilibrio, templanza, y otras muchas más que, en su caso, exhibe sobre una tabla larga o ‘longboard’ como si desfilara en una pasarela de modelos.
Y es que en los tiempos en que nos ha tocado vivir, adentro de las entrañas e intestinos de la muy oscura Modernidad, descubrir el talento de Haley Otto es como vislumbrar un rayo de luz inesperado, que se escurre de por entre lo más hondo de las tinieblas. Porque a decir verdad, en comparación con otros surfistas de su generación, podemos llegar a sentir que estamos siendo muy injustos: no hay por dónde empezar, las diferencias son demasiado evidentes y por decoro es mejor omitirlas aquí. Sin embargo durante las competiciones suelen premiar ‘lo grande’ de la ola, ‘la cantidad’ de los requiebros, o ‘la dificultad’ en la ejecución, y no reparan en la belleza, la gracia, la sencillez o el dominio, que es lo mejor en cualquier juego o deporte.
Sea como fuere, contemplar el surf de Haley conmueve los cimientos del alma, uno puede romper a llorar sobrecogido por la pura e inocente belleza de sus movimientos, el perfecto balanceo de su femenil cadera, sus gráciles paseos de puntitas arriba y abajo de la tabla, como si bailara, su permanente sonrisa, sus dorados cabellos y bronce piel surcando los tonos turquesa del azulino mar…, en definitiva, Haley Otto pareciera la encarnación de una de las eviternas Nereidas, aquellas que esquivan a los mortales desde mucho tiempo ha, cuando éstos, con el devenir de los siglos y la cruz, dejaron de merecer la visión de semejante espectáculo. Y sin embargo, una nueva Era Gentil llega.
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