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Historia y Cultura

EL VOLUNTARISMO IRRACIONAL DE SCHOPENHAUER

VIDA E INFLUENCIAS

¡Ah, temerario leyente que aún aguarda! De aquí en adelante el camino es un retorcido lodazal, y acaso lo más sensato fuera evitar detenerse un segundo siquiera, pues a poco tiempo que se padezca dolor, éste hace interminable cada instante. ¡¿Qué hacer si no?!, los sofistas detentan el poder, y con sus bífidas lenguas dictan el destino y la condición de todo hombre.

Tal es la situación, y debido al prurito sociológico y periodístico, todavía en la actualidad es preceptivo el estudio de la figura de un tal ‘Arthur Schopenhauer’ ―nacido en Polonia durante el año 1788 de la era mesiánica― y en especial qué diantre le pasó por su perturbada cabeza. ¡¿Qué hacer si no?!, los burgueses suspiraban por la novedosa aparición de modernos sofistas que refrendaran su asalto al poder, éstos, a su vez, anhelaban las publicaciones auspiciadas por los burgueses que les darían lustre social. De hecho, aunque no gozó de mucho éxito en vida, lo cierto es que Schopenhauer llegó a ejercer de sofista-burgués en la Universidad de Berlín, justo al tiempo y lugar en que Hegel manipulaba las frágiles mentes de sus incautos prosélitos. La inquina y el rencor que sentían entre ambos coadyuvó tanto a las conclusiones megalómanas de Hegel ―según las cuales el destino de la humanidad sería comprender su filosofía― como al irracionalismo impersonal, vacuo y errático de Schopenhauer. No en balde, éste último fue antesala del monstruoso vitalismo irracional de Nietzsche, y, quién sabe, tal vez por ello su anodina obra cobró relevancia tras su fallecimiento, allá por el año 1861.

IRRACIONALISMO MÍSTICO DE SCHOPENHAUER

Es cierto: a diferencia de Hegel, Schopenhauer postuló que todo conocimiento debe partir de la experiencia, y aconsejaba desatender por completo lo que según él son sólo ‘abstracciones inútiles’. Sin embargo, por bien que pueda parecer un perfecto empirista, Schopenhauer afirmó que la realidad viene determinada por una misteriosa ‘Fuerza Irracional’, que además es ciega, infinita y universal; ahora bien, ¿cómo estar de acuerdo con él, sin antes uno haber experimentado semejante ‘fuerza’? ¿No es el propio Schopenhauer quien negaba todo conocimiento fuera de la experiencia? Entonces, ¿qué pretendía? ¿Acaso transmitir conocimiento mediante abstracciones? Si fuera cierto que el humano aprende sólo a partir de la experiencia, ¿no se bastaría cada individuo consigo mismo? Entonces, ¿a qué toda esta explicación de Schopenhauer? ¿A quién pretendía convencer con métodos que él mismo despreciaba? ¿No será que Arthur creía en algo más que en la experiencia? ¿Acaso no pretendía razonar con discursos aquello que suponía conocer?

Pues bien, sea como fuere, por bien que pudiese parecer un perfecto empirista, Schopenhauer sentenció que toda representación fenoménica es ilusoria ―echó mano de la tradición hindú para llamar a esa ilusión el velo de Maya[1]―, a la par que la esencia hallable más allá del velo dijo es una Voluntad Irracional: infinita, ciega, universal y manifestada en la pasión, el sentimiento y la pulsión[2]. Y es que no deja de sorprender que Schopenhauer pasara por alto algo tan obvio: que la ‘pasión’, el ‘sentimiento’ y la ‘pulsión’ o son fenómenos o son abstracciones; y como Arthur negó la existencia de ambas cosas, en efecto, no podía sino estar equivocado si todo fuera cómo él decía.

Con todo, según Schopenhauer, la ‘individuación’ de la mencionada Voluntad Universal genera dolor, y, por ende, a fin de acabar con ese sufrimiento, dijo ser preciso que el individuo alcance la anulación de la voluntad individual, ya sea respecto a los deseos, a las pasiones ―aun haber afirmado que la ‘pasión’ forma parte de la Voluntad― o incluso con relación al propio anhelo de vivir[3]. Además, según Schopenhauer, esta especie de ‘ascetismo’ tiene por objeto lograr la unidad cósmica y fundirse con la Voluntad Irracional[4]. También dijo que esta fusión puede conseguirse o bien a través de la contemplación del arte ―y en especial de la música[5]― o bien mediante un comportamiento ético basado en la compasión, por cuanto sentir el dolor ajeno como propio conduciría a la unión con la susodicha Voluntad Irracional. Ahora bien, ¿sería esta ‘compasión’ el tipo de pasión que Schopenhauer circunscribió a la Voluntad Universal, o, por el contrario, se refería a ese otro tipo de pasión que dijo debe anularse mediante el ascetismo? ¿Qué ocurre? ¿Acaso para Schopenhauer existen pasiones innobles y pasiones nobles? ¿Ah sí? ¿Dónde lo enunció? Eso fue dicho por Platón muchas centurias antes.

Lo cierto es que Schopenhauer fue también incapaz de distinguir entre las distintas voluntades ―pues en sí la voluntad carece de naturaleza fija, por ser un concepto ambiguo― y no supo valorar la ‘voluntad racional’ ―que mejora al individuo― por encima de la ‘voluntad irracional’ ―que acostumbra a traer desgracia y sufrimiento―. Porque, ¿no es cierto que la ‘voluntad irracional’ suele ser particular, ya que no hay una razón o motivo a compartir?, y por ello, ¿no arrastra ésta hacia la ‘individuación’ que tanto desaconsejaba Schopenhauer? En cambio, ¿no es cierto que la ‘voluntad racional’ es capaz de ser universal por tener un motivo de unión? y, por ello, ¿no conduce ésta a la ‘unidad cósmica’ que tanto aconsejó Schopenhauer? En definitiva, sí, todo ello es cierto, como cierto es que la ‘voluntad racional’ ya no es sólo voluntad, sino algo que trasciende el tupido velo: el sentido del Deber[6].

El individualismo irracional fue un orientalismo adoptado por Schopenhauer, como escape a una realidad moderna que ya se hacía insoportable

Así pues Schopenhauer rechazó al individuo por formar parte de lo particular, en oposición a lo universal, sin contemplar que el individuo participa de lo universal, en tanto que hace lo que es debido o razonable, es decir, en tanto que subordina su sola voluntad al deber o identifica aquélla con éste. Eso fue lo que no vio Schopenhauer, porque en su caso particular, además del velo de Maya, un negro parche le cubría un ojo: a juicio de cada cual concluir si el que dejó al aire no estaba igualmente ciego.


[1]    Acaso huelgue recordar que Platón ya postuló sobre la misma cuestión, precisamente, dedicando a ello la mayor parte de su obra. No obstante, a diferencia de Arthur, lo hizo con una maestría y profundidad incomparables.

[2]    Toda esta concepción evoca a todas luces el gracioso ‘elemento innominable’ de Epicuro, así como toda su retorcida elucubración en torno al azar.

[3]    No ha de extrañar, pues, que a Schopenhauer se le haya acusado de incitar al suicidio. A decir verdad, tampoco ha de extrañar semejantes desbarros cuando la tradición, la patria y la religión dejaban ya de tener sentido. Casi al tiempo Madam de Staël escribió sus pervertidas Reflexiones sobre el Suicidio, y más tarde Nietzsche contemplaría la intención de quitarse la vida como “un poderoso medio de consuelo para soportar más de una mala noche” (Más allá del Bien y del Mal, párrafo 157).

[4]    Es curioso que, si bien Schopenhauer desconfiaba de todo progreso moral y social (pesimismo metafísico), ello no le era óbice para confiar en que todo se dirige de modo inevitable hacia la unidad cósmica, que es como decir hacia la realidad única y pacífica (optimismo mecanicista).

[5]    Muchos ven al perturbador Wagner como exponente de semejante concepción artística. No obstante, también Adolfo Hitler admiró profundamente la horrible música del compositor alemán.

[6]    De hecho podría definirse ‘deber’ como ‘virtud que auspicia la voluntad racional’.

FUENTE:

Historia Crítica de Filosofía Marco Pagano (Editorial Caduceo 2005-2023)

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